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miércoles, 27 de agosto de 2014

Papá Noel contra el pensamiento crítico



Divagando en defensa  de la ciencia, la razón,  el escepticismo y el pensamiento crítico.

Para desgracia de nuestra especie, desde chicos pretenden acostumbrarnos a las mentiras. Abusándose de la inocencia primitiva de la niñez, algunos padres -oportunistas de la credulidad- adoctrinan a sus hijos en lo que sería la creencia en los primeros fraudes. Si, la creencia en Papá Noel,  los Reyes Magos, el Ratón Pérez, etc. ¿Tiene alguna utilidad estos engaños? No, a algunos adultos parece gustarle engañar a los niños, que estos sean crédulos, que no los cuestionen y que no critiquen. Creen divertido sembrar creencias irracionales en las mentes de los niños ya que son territorio fértil para los engaños -aunque esto no sea característica exclusiva de la edad infantil-.  Incluso algunos programas infantiles incitan a la credulidad desmedida, a creer en cuentos de hadas y en la magia. A los adultos generalmente les parece inofensivo, aunque en realidad es bastante funesto, me explicaré más adelante.
 
Cierto es que el pensamiento infantil es primitivo, se deja llevar por la intuición, es engañable fácilmente y básicamente irracional. Incluso las familias religiosas aprovechan  -mejor dicho, abusan- de la inocencia infantil para heredarles sus creencias ridículas. El desarrollo de la inteligencia infantil es casi análogo con el desarrollo del pensamiento humano a lo largo de la historia. El pensamiento operatorio formal, lógico y de razonamiento científico en los niños se comienza a desarrollar más o menos entre los 11 y los 15 años de edad, casi culminando el desarrollo de la inteligencia[1]. El hombre primitivo era totalmente crédulo, irracional y supersticioso. Se puede decir que el pensamiento crítico es joven, nació más o menos en Grecia y la India hace 26 siglos. Comte, filósofo positivista (vale aclarar que el positivismo no se usa ni se usó en ciencias ni tiene relación con el cientificismo como se lo conoce actualmente, pero de esto hablaré más adelante) en su “ley de los 3 estados” o “ley de la evolución intelectual de la humanidad” había declarado que nuestras especulaciones tienen que pasar inevitablemente, lo mismo en el individuo que en la especie, por tres estados teóricos diferentes. El teológico, el metafísico y el positivo (o científico), en éste último radica el régimen definitivo de la razón humana. Siendo los 2 estados anteriores al científico  tanto indispensables como inevitables,  ya que sirvieron de transición para llegar al estado científico. Sin los estados anteriores de filosofías primitivas no hubiera sido posible que la inteligencia humana salga de su torpeza inicial, ya que sirvieron de alguna manera para permitir la preparación gradual de un mejor orden lógico, al darse cuenta el humano, que estos eran anteriores eran inútiles. [2]
 
Esto no quiere decir que el pensamiento irracional sea exclusivo de los niños y antiguos, también es característico de los posmodernos y los supersticiosos. Por otro lado, nuestro cerebro, se puede decir, casi está “programado” para ser irracional, ya que el pensamiento racional es difícil y requiere un mayor esfuerzo consciente. De todos modos es el privilegio de la humanidad. El pensamiento racional, lógico y crítico es algo digno de mentes desarrolladas. El escepticismo, el pensamiento crítico, la duda  y la incredulidad es característica de inteligencia; mientras la credulidad bruta y la superstición son dignas de mentes primitivas. No era nada difícil engañar a un hombre antiguo: básicamente todo era mágico, sobrenatural, causal, etc.  El hombre primitivo se caracteriza por poseer lo que se llama “pensamiento mágico”.

El pensamiento mágico es una forma de pensar basada en la fe, la imaginación, los deseos, las emociones o las tradiciones que generan opiniones carentes de fundamentación lógica. Dentro del pensamiento mágico se encuentran la creencia en la magia y en todo lo esotérico, las religiones, las pseudociencias, la superstición en general y las tradiciones.  El pensamiento mágico es dogmático, irracional, e inútil, solo sirve para confundirse y distraerse de lo real. Es una plaga que se instala en las mentes crédulas e ignorantes, incapaces de hacer análisis lógicos, o exigir evidencias y veracidad. ¿Cómo evitar caer en el pensamiento mágico? Hay una forma de pensamiento contraria a la credulidad desmedida del pensamiento mágico y por lo tanto básico para combatirlo. Es el pensamiento crítico. Prácticamente, es un proceso mediante el cual se usa el conocimiento y la inteligencia para llegar a la posición más razonable y justificada sobre un tema. Usar el pensamiento crítico significa pensar por uno mismo, y pensar bien, no aceptar las ideas que nos llegan a priori. Es la herramienta para exigir conocer y analizar los argumentos a favor y en contra de algo, para poder elegir si estar a favor o en contra, si es verdadero o falso, deseable o no, etc. Es lo opuesto al dogmatismo. Un dogma es una creencia individual o colectiva no sujeta a prueba de veracidad.  El pensamiento crítico es un proceso de análisis en el cual uno evalúa basándose en la firmeza de los argumentos o en las pruebas demostrables sin dejarse convencer por autoridades o dogmas irrefutables. No es “creer por creer”, sino exigir demostración, como lo hace el conocimiento científico. Esto es lo que lo hace superior al pensamiento mágico-religioso. Mientras en estas es esencial la creencia o “fe” dogmática por sobre todo, el pensamiento crítico se basa en el análisis, la exigencia de evidencias, de lógica, de datos contrastables, de objetivismo (objetivismo de “ser objetivo”, no del “objetivismo” de Ayn Rand), de argumentos sólidos, en la evaluación de las fuentes de información, en la precisión y en la claridad. No permite que se consideren los fraudes como verdades, es enemiga de la mentira. Para la búsqueda de la verdad, de lo objetivo, es esencial. “Una señal inequívoca del amor a la verdad es no sostener ninguna preposición con mayor seguridad de las que garantizan las pruebas en la que se basa” decía J. Locke. Se puede apreciar constantemente como la subjetividad de argumentos emocionales, lo irracionalidad absoluta, la superstición, el dogmatismo religioso y el pensamiento mágico en general es tosco e inútil para explicar el mundo, por lo tanto; fácilmente es una fábrica de mentiras, y la mayoría de la gente creo que no lo gustan las mentiras, aunque igual las aceptan mientras pasan desapercibidas.
 
En plena relación con el pensamiento crítico se encuentra el escepticismo científico. Esto es básicamente, una posición práctica en la cual se cuestionan las afirmaciones carentes de consistencia lógica y pruebas suficientes. Es la postura filosófica  y científica que se opone a las pseudociencias,  pseudofilosofías, religiones y toda idea o sistema de creencias que vayan en contra del razonamiento lógico y el conocimiento científico. Un escéptico (del escepticismo científico, no confundir con el escepticismo radical o integral[3]) evalúa cualquier afirmación basándose en la verificabilidad, falsabilidad, reproducibilidad, y en el consenso científico, en lugar de aceptar afirmaciones o teorías basadas en fe, anécdotas dudosas, fuentes poco veraces o confiar en hechos/afirmaciones infalsables o incomprobables. Así, el escéptico es el auténtico rebelde humanista, es el que dice las verdades que muchos no quieren escuchar.
    El escepticismo tiene como lema la Navaja de Sagan, esto es la consigna: “afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias”.  El escepticismo científico es la madurez de la incredulidad. Dentro de la mira de los escépticos se encuentran fraudes como la homeopatía, teorías de conspiración, abducciones extraterrestres, milagros, reiki, mística cuántica, psíquicos, parapsicólogos, astrólogos, videntes, psicoanalistas, religiones, etc. El escepticismo en realidad no rechaza estas ideas a priori, automáticamente, sin razón, esto sería igual de dogmático que el pensamiento mágico al que se opone. Sino que sostiene que fenómenos extraños, “paranormales”, o afirmaciones hasta el momento pseudocientíficas deberían poder ser examinados crítica y objetivamente y reunir así contundentes pruebas a su favor, antes de lograr ser aceptadas como verdaderas. Mientras tanto, las consideran como falsas o incomprobables.
  Que el pensamiento mágico siga siendo parte de la sociedad actual, se debe en gran parte a la poca difusión del pensamiento crítico, del escepticismo y de la ignorancia de la gente por parte de la poca difusión que existe de las ciencias, la lógica y la buena filosofía. Si la ciencia, su método y su filosofía fuera accesible, popularizada y entendida, no habría lugar para los timos irracionales. "Cada esfuerzo por clarificar lo que es ciencia y de generar entusiasmo popular sobre ella es un beneficio para nuestra civilización global. Del mismo modo, demostrar la superficialidad de la superstición, la pseudociencia, el pensamiento new age y el fundamentalismo religioso es un servicio a la civilización" Carl Sagan.

 También es cierto que el pensamiento crítico para ciertos sectores es peligroso. Un pensador critico exige a un psicoanalista que demuestre la efectividad del psicoanálisis ante problemas mentales; exige a un astrologo que explique como la energía de un astro a millones de años luz de distancia tenga influencias sobre la personalidad;  exige a un neoliberal que pruebe que el libre comercio elimina la pobreza, etc. Si el pensamiento crítico fuera popular  los políticos estarían limitados de hacer lo que les plazca; los psicoanalistas se quedarían sin trabajo; los astrólogos no venderían más revistas;  las iglesias se vaciarían. Al parecer a muchos no parece convenirles su expansión, aunque esta fuera un logro para la búsqueda de la verdad, es decir, un logro para la especie humana.

  La creencia ciega en supersticiones, religiones,  timos sobrenaturales e ideologías vulgar estafa  como el nacionalismo son potencial y explícitamente nociva para el desarrollo humano. Basta ver las consecuencias de las Guerras “Santas” y demás masacres religiosas, la cantidad de gente muerta por la pseudociencia del negacionismo del SIDA en África[4], la cantidad de gente que por creencias se opone a tratamientos médicos, la cantidad de gente que rechaza las ciencias que se oponen a sus creencias religiosas-místicas, la gente que se opone al progreso de la tecnología, las consecuencias de la irracionalidad filosófica, como por ejemplo, en la fomentación del nazismo, la  cantidad de gente que es estafada por el fraude del psicoanálisis, del reiki y de Herbalife, etc. Es evidente que la estupidez tiene su precio. La humanidad siempre se vio gravemente azotada por el irracionalismo, principalmente en dos eventos sumamente trágicos y emblemáticos del pensamiento mágico, la Inquisición y el nazismo. La Inquisición fue la manifestación de la irracionalidad religiosa por excelencia, el momento en que el catolicismo demostró su esencia de forma más sincera y directa. El nazismo, como dije más arriba, también fue fruto del irracionalismo filosófico. Como dice Roberto Augusto “No es casualidad que Hitler y sus seguidores fomentaran y cultivaran con fervor todo tipo de pseudociencias y formas del pensamiento mágico, como el llamado ocultismo. (…) Ninguna de las ideas en las que se basó ese régimen resiste un análisis racional serio. Pero eso no les importó a sus seguidores, que cayeron seducidos por el triunfo de nuestras pulsiones más oscuras y primarias, por sobre el pensamiento racional y científico. Cuando la razón fracasa la barbarie triunfa.”[5] (Imposible decirlo de manera más clara que con sus palabras).  Por lo tanto, como humanistas seculares, para exigir un progreso social, es esencial y ético promover tanto  el pensamiento racional y crítico como el escepticismo científico, para así ponerle freno a las consecuencias de la credulidad y la irracionalidad que tanto nos aqueja como especie.

  La irracionalidad es dogmática. El irracional rechaza el debate, pretende que se le crea y acepte sin discusión, es un opositor al pensamiento crítico, hace afirmaciones o negaciones sin jamás fundamentarlas. Es por esto que no siempre el humano es un ser “racional” como diría Aristóteles, solo algunos nos esforzamos en serlo. Que seamos racionales depende no solo de la circunstancia sino del esfuerzo que pongamos por alcanzar mayor la racionalidad, que es mayor humanidad.  La ciencia y su filosofía no son dogmáticas, la misma característica de falsabilidad lo demuestra (si una teoría se demuestra falsa, esa teoría se anula como cierta). Lo que sí, son estrictas, lo cual frustra a los charlatanes que no pueden formar parte de este círculo con doctrinas absurdas, y por ello, tienden a desacreditarla. Donde hay anti-ciencia hay gente frustrada, la ciencia les expone su fraudulencia, y por ello se ponen en su contra. Para los charlatanes es duro que tras años y años de mantener una creencia  vengan  científicos o divulgadores y se la derrumben con estudios y evidencias, es esa la razón de que esté de moda la anticiencia en esta era de newage y posmodernismo. Al ser estricta deja de lado y aplasta toda creencia sin bases, sin argumentos, sin evidencias y sin comprobabilidad. Su método y filosofía tiene filtros que mantienen el conocimiento siempre lo más puro posible. Y los charlatanes al no formar parte del conocimiento científico lo que les queda es o seguir haciéndose pasar por ciencia, cayendo en la típica pseudociencia, u oponerse y considerarse “mejor”, mas “progresista”, y más “amplio”. También muchos anticientíficos, sobre todo los posmodernos, adoptan dicha postura porque les ahorra el gran esfuerzo de estudiar ciencia y de entenderla, ya que para confeccionar su confusa e insípida filosofía no la necesitan, les basta con hacer acrobacias del lenguaje sin tener ninguna idea firme o clara, ni siquiera dependen de la lógica y la razón, puesto que cualquier incoherencia será aplaudida por los incautos esnobistas que la consumen.

  Un principal factor que llevó a la moderna anticiencia fue el gran y estúpido error de confundir ciencia, tecnología y técnica (especialmente en ciertos sectores progresistas-posmodernos, pero sobretodo en los primitivistas). La ciencia solo se encarga de conocimientos teóricos, estos después pueden servir de base para desarrollar técnicas y tecnologías. Hay gente que cree que son científicos quienes hacen las bombas nucleares y las armas por ejemplo, y no es así. Los encargados de la parte práctica son los técnicos y tecnólogos, ingenieros, diseñadores, inventores y fabricantes. Ellos se involucran en la fabricación/construcción de  armas, o demás artefactos, que pueden o no ser potencialmente nocivos para el hombre. Los científicos solo se limitan a los conocimientos teóricos, la ciencia no requiere tanta regulación, la técnica y tecnología si, ellos son los que deberían involucrar más la ética en sus trabajos. Claro que un científico puede también ser inventor o técnico, pero la ciencia no se encarga de inventar diseñar tecnologías, sino de explicar y descubrir. El posmodernismo anticientíco de posguerra es el mejor ejemplo de esta confusión, mientras que antes el miedo a la ciencia provenía de la amenaza que ésta era para la hegemonía religiosa, el miedo actual de la ciencia parece provenir de una extraña y por demás falsa y reaccionaria asociación de tecnología=ciencia. Y en los casos más extremos: ciencia=capitalismo, capitalismo=racionalidad (véase por ejemplo, José P. Feinmann), guerras=progreso científico, y demás absurdos arbitrarios. Un personaje que generó un gran daño a la conciencia general de la gente sobre la ciencia fue Feyerabend, icono posmoderno y creador del anarquismo epistemológico; según el cual da lo mismo la magia que la física. Feyerabend se oponía a la rigidez de la ciencia creyendo que esto era alguna forma de “opresión” o algo por el estilo. Este fue además un daño de tremendas magnitudes para el movimiento anarquista, ya que el mismo se consideraba anarquista como la mayoría de sus seguidores. La anarquía siempre fue y deberá ser amiga de la ciencia. Desde Kropotkin, Bakunin y Goldman los anarquistas defendieron el conocimiento científico y su filosofía, ya que acercarnos a la verdad es los que nos hace libres.

   Los defensores de la ciencia suelen ser, y con mucha frecuencia, calificados de “positivistas”. Claramente la gente que intenta desprestigiarlos con ese adjetivo no tiene idea de filosofía de la ciencia actual, e ignora por completo que el cientificismo nada tiene que ver con el positivismo. El positivismo es una escuela muerta, la ciencia y el pensamiento científico no se basan ni se basaron en el positivismo. Mientras Comte decía que era imposible estudiar la composición química de las estrellas, Fraunhofer empezó, con éxito, a usar su espectroscopio para averiguar la composición química del sol. Los sistemas filosóficos que utiliza la ciencia son, por ejemplo, el racioempirismo, el hilo-realismo y el realismo científico, y nadie intenta desprestigiar un cientificista acusándolo de “racioempirista” o “realista científico”. Aunque el positivismo tuvo -tal vez- cierto aporte a la filosofía,  es obsoleto. No es completo ni útil para aplicarlo a la ciencia. El positivismo  conservó la idea kantiana de que la realidad es sólo lo que percibimos y que no existe nada detrás, se limitó a observar fenómenos y no a conocer sus causas. Para la filosofía positivista el evolucionismo no sería científico, ya que es un fenómeno que no puede ser observado de forma directa –al menos que tengamos un observador que sobreviva miles de millones de años-, ni tampoco la física cuántica, el positivismo es un gran limite al cientificismo.  Desde luego, hay muchas filosofías peores, como el hegelianismo por ejemplo. En fin, calificar a alguien cientificista de positivista es plena ignorancia científica y filosófica. Mucha gente tiene este curioso miedo al positivismo porque durante su auge puso en jaque a todos los teólogos de las universidades, la fobia al positivismo es en gran parte un residuo religioso. Los que repiten el dogma anti-positivista sin saber siquiera lo que significa son, en gran medida, los que absorbieron la influencia directa o indirecta de los teólogos, de los marxistas más autoritarios y de los partidarios del más acérrimo irracionalismo, principalmente nietzscheanos, heideggerianos y hegelianos. Ya que estas últimas escuelas recibieron merecidas críticas de los positivistas.
 
    Dentro de los ámbitos científicos  también existieron fraudes -cosa en lo que insisten los que quieren desacreditarla-. Hay gente que se dedica a falsificar información, a plagiar y a mentir dentro de ella. Pero cuando un “científico” hace esto, automáticamente deja de hacer ciencia, se convierte en un pseudocientífico. Por esto, la comunidad científica dispone de mecanismos necesarios para detectar fraudes: la revisión por pares por ejemplo.
  La ciencia lo que nos brinda son conocimientos teóricos para entender de la mejor forma posible el mundo real, y el pensamiento crítico las herramientas para juzgar la veracidad de la información que fluye de manera masiva e incontrolada, más en esta magnífica era del internet. Vemos la total falta de pensamiento crítico y escepticismo en cada ámbito de lo social. Las redes sociales se saturan de bulos y noticias falsas de fuentes nada confiables (como actualidadRT),  se comparten excesiva cantidad de fraudes  sobre el cáncer y la alimentación, perduran cientos de supersticiones populares, rebosan creyentes en teorías de falsas conspiraciones, es exorbitante la cantidad de pseudociencias aceptadas y lo más peligroso, la cantidad de pseudoterapias practicadas. Es algo muy preocupante. Sin el pensamiento crítico… el mundo sería el desastre que es.

En esto fallan enormemente los padres y sus “mentiras piadosas”, no hacen más que adiestrar la credulidad, en lugar de promover el desarrollo del pensamiento crítico.  Primero les hacen creer en Papá Noel, luego se los envía a la iglesia a formar una mente saciable en fe, se le obliga a no cuestionarlos por tener autoridad por ser padres y así se adaptan de a poco al dogmatismo, a la credulidad, al pensamiento mágico, a la superstición y a la ciega sumisión hacia cualquier autoridad.  Al decirle a un niño que Papá Noel existe, sabiendo que no es así, se comete una mentira, se comete un abuso. Simplemente porque se aprovechan de la inocencia del infante para instalar una mentira, y la creencia en esa mentira no los ayuda en nada, no les hace tener más esperanzas, no los vuelve más creativos, no los hace más sensibles, los vuelve ilusos al acostumbrarlos a las mentiras y los defrauda. La creencia en mentiras y su aceptación es algo dañino y no tiene que estimularse. Tom Paine tenía mucha razón al afirmar que “acostumbrarse a las mentiras pone los cimientos de muchos otros males”.  Por esto, si queremos educar a nuestros hijos para que estos aporten de manera positiva a la cultura, no debemos abusar de su inocencia, no los acostumbremos a las mentiras, no los engañemos, no abusemos de ellos. Estimulemos sus capacidades de razonar, de dudar, de investigar y de criticar, tanto como sus capacidades artísticas/creativas. Así evitaremos que en la cultura se filtren engaños que nos perjudiquen, y hay que tener en cuenta que todo tipo de engaño siempre es perjudicial.  Más útil que mentirles es enseñarles a pensar críticamente, a analizar, a reflexionar, a exigir evidencias y argumentos sólidos, a comprobar, a interesarse por las ciencias, las artes y la filosofía, a comprender el mundo, a exigir veracidad y objetividad. Esto no los hace más fríos en absoluto. La sentimentalidad no tiene nada que ver con el escepticismo o la racionalidad; los escépticos y racionalistas aman a sus novias/os, a sus amigos/as, y a los animales tanto como las otras personas. La asimilación del rechazo de los sentimientos con la razón y el pensamiento crítico es una imbecilidad fomentada por las doctrinas newage. La razón es casi impotente sin la emoción. La emoción está dentro del cerebro totalmente vinculada con la motivación para aprender, razonar y entender. Para razonar bien, hay que razonar apasionadamente, la cuestión es no dejarse llevar ciegamente por lo emocional en cuestiones donde debería entrar la razón. La ciencia  y la razón no son frías, son maravillosas; son la mejor manera de comprender el mundo real. La ciencia debería emocionarnos a la par del arte. Con una sociedad educada para el pensamiento crítico, no habrá lugar Papá Noel, el Ratón Pérez, los Reyes Magos; y los practicantes de reiki, homeópatas, conspiranoicos, psicoanalistas, astrólogos, sacerdotes, relativistas y psíquicos… todos ellos van a quedarse sin terreno para sus engaños.

"La ciencia es más que un cuerpo de conocimientos, es una forma de pensar, si nosotros no somos capaces de hacer preguntas escépticas para interrogar a aquellos que nos dicen que algo es verdad, para ser escépticos de aquellos en la autoridad, entonces estamos a merced del próximo charlatán político o religioso que aparezca" C. Sagan en la última entrevista de su vida.





[1] Ver Piaget “Psicología de la Inteligencia”  (1947)
[2] Ver Comte “Discurso Sobre el Espíritu Positivo”  (1844)
[3] Es importante diferenciar escepticismo científico -o racional- de escepticismo radical -o integral-. Éste último niega toda posibilidad de conocimiento o certeza. Mientras que el escepticismo científico acepta la posibilidad de conocimiento, siempre y cuando este firmemente sustentado.
[4] Más concretamente 365.000 muertes en Sudáfrica. Ver  Dugger, Celia (25-11-2008). «Study Cites Toll of AIDS Policy in South Africa». New York Times. 
[5] Roberto Augusto en “Fichte y el nazismo”.

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